miércoles, 18 de enero de 2017

La cueva de cristal...


¿Qué  ha pasado desde que no escribo?, bueno, pues Alexa estuvo internada del 19 al 23 de Diciembre, estudios para averiguar si otra vez, como el año pasado, tenía influenza.  Gracias a Dios, no fue influenza, sino como siempre su problema más recurrente ¨las vías respiratorias¨, pero en lo que cabe ella ha estado muy bien, comiendo, jugando y riendo, viendo el mundo como solo ella sabe, siendo feliz a pesar de….vamos en la semana 83 de 120, así que como siempre si piensas en nosotros te pido una oración, ya sabes que todas cuentan. 

Hoy les quiero contar un cuento, si uno de esos que es como agridulce y que en realidad no sabes que sentimientos te causa… Pues aquí va…

Los golpes de realidad llegan un día sin esperarlos, generalmente piensas que a ti no te sucederá, que las tragedias o pruebas de vida le pasan a otros, pero no a ti… Es como si un día te encontraras caminando por la calle y de repente de la nada, esta un vacío, justo enfrente, un agujero de esos que se ven muy profundos y oscuros, a veces pasa que a lo lejos lo ves, en el mejor de los casos si estabas muy atenta al camino puedes esquivarlos, pero a veces estos agujeros están muy bien escondidos, no te da tiempo de prepararte, de esquivarlo, no hay margen de reacción.

Así fue cuando un día caminando por la calle, caí en uno, al principio debo reconocer que conforme iba cayendo, parecía que no me había pasado a mí, veía la situación como un espectador más, observaba como en cámara lenta todo lo que sucedía, mis momentos más lúcidos siempre fueron cuando hablaba con los médicos, porque aun en la caída siempre se deben tener momentos de lucidez y estos fueron los míos. Pero, ¿qué pasaba el resto del tiempo?, el resto del tiempo la caída era continua, y parecía no tener final.

No sé cuanto duro mi caída, no se cuántos días o meses sentí que no habría punto final al dolor, pensé que una vez que había entrado a este desafortunado vacío pues así sería mi vida siempre. En esta caída tuve tiempo de tener mis diferencias con Dios, a veces le preguntaba, ¿cómo es que si me quieres como una hija hayas permitido que yo cayera en este lugar?, a veces en la caída la fe aparecía como un rayito de luz, y entonces esos días de caída no eran tan tristes, sobre todo tan angustiantes, pero había días también muy muy oscuros.

Había días donde pensaba que nunca dejaría de caer, pero no fue así, un día abrí los ojos y la caída había terminado,  cuando por fin pude abrir los ojos para observar mi nueva realidad,  me di cuenta que estaba en una cueva, pero no de esas que conocemos de piedra, la mía era de cristal, y cada lado era un ventanal que me permitía ver con claridad a todos aquellos que pasaban cerca de mí, al principio reconocí a mis hijos, mi esposo, mis padres, mi hermano, reconocí personas y lugares de mi antigua vida, quería salir para volver a vivir como yo sabía, pero no era posible, estas nuevas cuatro paredes no me lo permitían, a veces cuando los veía pasar muy cerquita de las paredes les gritaba, les gritaba a todo pulmón que ahí estaba, que estaba adentro, que me ayudaran a salir, pero era como si la voz no me saliera, los demás me veían, hablaban conmigo pensando que era la misma de siempre, pero la caída se llevo a esa persona, a esa desafortunada persona que un día cayó en esta cueva de cristal.

Conforme fue pasando el tiempo, me di cuenta que ese era mi nuevo hogar, y que tenía dos opciones, sentarme en una esquina a llorar y ser como una vela que se consume poco a poco, o a través del cristal intentar vivir, no como antes, pero intentar vivir.

Fue así como decidí decorar mi cueva, en algunas paredes, colgué momentos de mi pasado, momentos felices, el día que mi hermano llegó a mi vida, los nacimientos de mis hijos, mi boda, los abrazos de mi papá y una foto que captaba el momento exacto donde mi madre tomaba mi mano, fueron pasando los días y día con día fui colgando mis recuerdos en una pared, los colgué para que fueran un recordatorio constante de los millones de momentos que había coleccionado a mis más de treinta años, los colgué para que cada que la furia contra la vida y contra Dios llegará a mi casa, recordará que por las lágrimas de ahora, Dios me había dado tantos y tantos momentos de felicidad. Los colgué también con la esperanza de un día verme igual, me gustaba lo feliz que me veía en cada momento, mi sonrisa, mis ojos de esperanza, los colgué para que nunca se me olvidará que muy dentro de mí había una capacidad ilimitada de ser feliz.

De repente la cueva de cristal fue viéndose un poco mejor, había una pared de las cuatro que ahora me alojaban que me daba un poco de miedo, en esa pared había cuatro puertitas, al principio pensé que tal vez eran puertas prohibidas, por qué nadie me había explicado a dónde conducían, así que con la esperanza de que hubiera una salida en alguna decidí abrir una por una, la primera que abrí desafortunadamente fue la puertita de la ¨desolación¨, al principio en la entrada todo se veía gris, pero a pesar del miedo que me daba entrar seguí caminando y caminando hasta que me fue imposible reconocer el camino de vuelta, los primeros meses de la enfermedad de Alexa los viví ahí,  la desolación entró en cada espacio de mi corazón, había momentos en que este corazoncito maltratado peleaba y trataba de sacar sus mejores armas para combatirla, pero la mayoría de la veces perdía, en mis ojos en los que antes todo se veía a colores comencé a ver todo gris, todo en tonos pálidos, a veces me sentaba en alguna piedrita que encontraba y rezaba, le pedía a Dios sacarme de ahí y le prometía no volver a abrir esa puerta, pero fueron meses de caminar esperando encontrar la salida, cuando tristemente me acostumbré a vivir así, un día de la nada, escuché la voz de Alexa, al principio la escuchaba como un susurro y pensé que tal vez ya estaba perdiendo un poco la cordura, pero cada día escuchaba la voz más fuerte y más fuerte, hasta que un día, un 20 de Diciembre, la escuché clara y poderosa, el día que escuché que el cáncer se había ido, el día que un estudio confirmaba que esos 4 meses de dolor habían rendido frutos, así que ese día abandoné esa puerta y juré no volver atrás.

Después de esa experiencia que tanto miedo dejó en mi corazón, no quería abrir ninguna puerta nueva, tenía miedo de caer en algún lugar similar a ese, así que durante un tiempo decidí no sentir nada, tal vez eso era mejor a entrar a ese mundo de desolación, pero después de un tiempo acepté que mi corazón necesitaba algún tipo de emoción, así que decidí abrir otra puerta, y en esa, todo era verde, había como en esos cuentos de hadas muchas luces, todo parecía brillar, a lo lejos podía observar a mis hijos correr y ser felices, casi podía tocar a mi esposo como antes, podíamos abrazarnos como antes de que este reto nos partiera en dos, podía volver a ser la misma hija, la misma hermana, la misma mamá, durante un tiempo me permití sentir felicidad, plenitud, este mundo se asemejaba a mi antigua realidad, era muy parecida a mi vida de antes… era la Lorena de antes. En este tiempo me adapté a las citas médicas, a los estudios, las medicinas, ya no eran parte de una etapa de mi vida, sabía que habían llegado para quedarse y por primera vez en muchos días, lo acepté y viví con paz.

Pero en estas situaciones de choque, como siempre las cosas cambian cada minuto, así que un día sin saber cómo abandoné la puerta de la felicidad y ahí estaba, de nuevo, frente a otra puerta, la puerta de la “miedo”, ya antes había experimentado este sentimiento, sobretodo cuando mi hermano estuvo enfermo, pero ese miedo gracias a Dios no vivió con nosotros mucho tiempo, el caso de Alexa era distinto, con esto íbamos a tener que vivir casi cuatro años.

El miedo es un tema serio, imagínate que alguien te dio un golpe en el estómago, no lo viste venir solo lo sentiste, y al otro día alguien más volvió a golpearte, no sabes de donde vienen estos golpes, solo los sientes en la boca del estómago, ahí constantes, sientes que la vida que vives no está nada segura, vives con el miedo a las recaídas, a nuevas enfermedades, sobretodo vives con MIEDO a poner en palabras que tienes miedo de pensar si quiera vivir sin ella, vivir sin mi hija, aún lo digo y cada poro de mi piel se estremece, aún no puedo verbalizarlo ni decirlo en voz alta, pero esta ahí, he llegado a pensar que ese miedo me acompañara siempre.  En esta puerta me perdí durante meses, pero de repente me di cuenta que había descubierto la manera de salir, cada que escuchaba la voz de Alexa, la risa de Diego, cada que me permitía sentir la mirada de compañerismo de mi esposo, cada que observaba la fe de mi madre, la esperanza de mi padre, eran esos momentos los que me hacían regresar, podía abandonarme a vivir en esa puerta o podía buscar en cada momento que Dios me deja pasar con mi familia ese lazo que necesitaba para regresar y encontrar la salida.

La última puerta la abrí un día que visité a mi abuela en el panteón, un día de esos viviendo en el miedo, un día sentada ahí con ella le dije, creo que no voy a poder, creo que esto es demasiado para mí, primero mi hermano y ahora Alexa, y ahí le pedí me hablara, me dijera cómo, qué hacer, que pensar, que sentir, me acordé y extrañe esos millones de abrazos que un día me dio, recordé lo que se sentía estar envuelta en tanto amor. Pensé que si ella viera todo lo que ha pasado desde que se fue que haría, y la respuesta fue muy sencilla, en los momentos mas duros ella tendría fe, en los momentos mas angustiantes y de más miedo, ella rezaría, en los momentos de mas estrés, ella primero abandonaría su ser a este Dios en el que creemos y después pondría su mente fría y buscaría como estar bien, cómo dar el siguiente paso, cómo volver a empezar, porque si algo aprendí de ella es que cada día que sale el sol, es un borrón y cuenta nueva, que los problemas no se van solo por desearlo, que esos se van haciendo todo lo humanamente posible para estar mejor, que  Dios hace su parte, pero que la actitud que uno le pone a las dificultades es responsabilidad de cada quien, así es como entré a esta nueva puerta, ahí pude ver el letrero colgado dando la bienvenida, un letrero simple en madera que decía FORTALEZA, esa fortaleza que sale del inmenso amor por alguien, esa fortaleza que nace y se alimenta de la fe, del trabajo, pero sobretodo de las GANAS DE VIVIR. Porque vale la pena caerse y levantarse el número de veces que sea necesarias para VIVIR, no esperar los momentos perfectos porque esos nunca llegan, es hacer de nuestro día a día, un día PERFECTO a pesar de…..

Ahora se que tengo el poder de abrir y cerrar esas puertas, a veces en una semana paso por cada una, aunque soy honesta no me permito entrar a la puerta de la desolación, a esa si prometí no volver, pero mi vida transcurre entre la felicidad, el miedo y la fortaleza, se vale abrir cada una de vez en cuando, se vale visitar las tres en un día, se vale todo….

Pero se preguntarán si me he resignado en vivir en una casa de cristal y la respuesta es no, día con día Alexa y yo construimos los escalones que nos regresen a casa, día con día seguimos decorando las ventanas del lugar para que no se nos olvide que esto algún día será una historia de lucha y de supervivencia que le cuente a mis nietos. NO acepto vivir encerrada en un mundo que me tocó y no en un mundo que yo elegí, Alexa lucha diario, ella no conoce otra vida que no sea la de doctores, hospitales y enfermeras, pero yo sí… y deseo para ella la plenitud de su niñez, y eso he de lograr proporcionárselo algún día, pero mientras tanto, he adornado nuestra cueva, y estoy determinada a hacer de su vida un cuento de hadas, porque la que tiene que luchar con sus demonios, soy yo…. Porque ella, ella es SIMPLEMENTE FELIZ.

Hoy escribí ese cuento porque alguien a quien quiero entrañablemente cayó en un lugar similar al mío, quisiera poder poner en palabras que TODO PASA… que uno aprende a vivir con lo que sea siempre y cuando esté determinado a VIVIR y a trabajar no solo por sobrevivir, sino vivir siendo FELIZ, que si bien hoy puedes estar encerrado en una puerta siempre está en ti encontrar los lazos que te regresen y te saquen de ahí, que tal vez nunca volverás a ser el de antes, es más tal vez te vuelvas una mejor versión de ti mismo después de esta prueba, lo que no se vale bajo ninguna circunstancia es dejar de luchar,  porque un día, no se cuándo ni como, volverás a sentir el afecto de una caricia, volverás a escuchar palabras de aliento, volverás a tener deseos, planes, volverás a SENTIR QUE PUEDES Y MERECES SER FELIZ. Que la vida no es blanco y negro, que a veces toca vivir en lo gris y a veces en los tonos pastel… pero que al final tu decides cómo quieres vivir y tu decides que puertas abrir. Quisiera tener la posibilidad de demostrarte y  no solo escribirlo, hacerte sentir cuánto le pido a Dios que pronto, muy pronto descubras los lazos que te regresen a nosotros...

Me despido dando gracias a Dios porque mi compañero y amor de mi vida en estos días cumple años, que Dios conceda ese anhelo tan profundo que tienes y que compartimos entrañablemente… A ti como dice mi querido Fonseca:


Quiero caminar de tu mano, lo que nos resta de camino , que los cumpleaños que nos falten los pases conmigo… Quiero caminar de tu mano, hasta que estemos muy viejitos, yo se que habrá unos días malos esperemos sean poquitos, si no me has entendido, quiero que tus hermosos ojos los hereden nuestros niños (Y así ha sido, tus hermosos ojos ya los tienen nuestros hijos, TE AMO….).

No hay comentarios:

Publicar un comentario